Leonidas Irarrázaval

Volver en silencio

Ya se esfumaron las bombas, “palmeras” cohetes y petardos que se hicieron explotar en la costa...

Por: Leonidas Irarrázaval | Publicado: Martes 10 de enero de 2012 a las 05:00 hrs.
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Leonidas Irarrázaval

Ya se esfumaron las bombas, “palmeras” cohetes y petardos que se hicieron explotar en la costa, entre Valparaíso y Concón. Fue impresionante, con un cielo claro iluminado por una luna más hermosa aun que los “artificios”. Un francés -ya sabemos como son de exigentes en materia estética- me dijo una noche de Año Nuevo que era uno de los espectáculos más grandiosos que había presenciado. Esa ocasión fue afortunada porque, invitados por el almirante Jorge Martínez (Q.E.P.D), presenciamos el despliegue desde el buque Insignia de la Armada, situado en el centro de la bahía. Ningún otro lugar podía ser mejor.



Los fuegos artificiales los inventaron los chinos. De allí pasaron al Norte de Africa y, a través de los moros de España nos aterrizaron directamente en nuestro “Pancho”. ¿Es bueno o es sólo un derroche gastar cientos de millones de pesos para alegrarnos durante 25 minutos? Creo que ha sido bueno ese estallido que nos ha remecido a todos, un tanto decaídos por el año que se fue. El efecto es breve, pero el recuerdo queda. Se sobrepone por algún tiempo a los fantasmas que no quieren alejarse de un país básicamente feliz pero azotado por terremotos – “tsunamis” y ahora incendios posiblemente intencionales.

Por primera vez en mi vida pasé la víspera de Navidad solo. Mi familia estuvo repartida por el mundo y por Chile confirmando aquello de que la soledad es la compañía más segura de quienes viven muchos años. Terminé la noche en casa de una familia amiga que me ha acogido siempre. Los hijos y nietos son como míos. Viéndolos abrir sus regalos y oyéndolos cantar villancicos se me alegró el corazón.

Antes de ir a cenar se me ocurrió ir a mi parroquia para la misa de noche buena. Esta es el Sagrado Corazón De El Bosque. Recién había visto en un periódico una fotografía de su nave central medio vacía, a una hora de misa en que acostumbraba a estar llena. Me sentí culpable de ese abandono colectivo en el que yo también participe hace más de un año. No es ésta la ocasión de referirse a las causas ni a los responsables. ¡Ya han sido juzgados en la Tierra y pronto tendrán el otro juicio mas definitivo aun!.

Me alegra en el alma de volver solo y en silencio a El Bosque. Otro cura, bien “ahuasado” y simple. Otros ayudantes. Varias muchachas que antes sólo estaban para pedir las colectas etc, etc. La iglesia es preciosa y los frescos de fray Pedro Subercaseaux nos dicen que están ahí para quedarse por mucho tiempo, a pesar de todas las tormentas.

En la misa de Navidad no cabía un alfiler. La comunión se repartió también en las afueras de la Iglesia para quienes no pudieron ingresar al templo. Así es la vida. Todo pasa aun cuando el recuerdo quede. Lo importante es aprender las lecciones y que nadie, nunca más, vuelva a manipular los cuerpos y las almas de nuestra juventud.

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